Por Andina Ayala/

El médico Allan Álvarez Godoy, se graduó en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas de la Habana, Cuba. Resalta en esta entrevista, que en la pandemia de COVID-19, las autoridades deben anteponer que el manejo y la gestión de los cuerpos de las personas fallecidas se haga con dignidad. Como población, resalta que es importante no estigmatizar a los familiares y a los fallecidos, “cualquiera puede ser víctima del virus, hay que ponernos del lado del otro”.  En la pandemia el mayor enemigo es el miedo y la desinformación, agregó.

Álvarez tiene una maestría en ciencias forenses avalada por el Instituto de Medicina Forense de Colombia, una maestría en medicina forense por la Universidad Mariano Gálvez de Guatemala y es especialista en biología molecular y genética humana. Ha laborado en Cuba, Ecuador y Guatemala en temas relacionados a la gestión de cadáveres.

Hay varias cosas, una de ellas es la dignidad del cuerpo y de los familiares. Un fallecido pierde sus derechos civiles pero no su naturaleza de ser humano. Debe velarse porque los cadáveres puedan ser inhumados de acuerdo con sus creencias y cultura.

Los familiares también tienen derecho a conocer dónde fue inhumado su ser querido, en este caso de pandemia, con las medidas de bioseguridad pertinentes.

El protocolo para fallecidos por COVID19, es que el cuerpo lo entrega el Ministerio de Salud, a través de las morgues de los hospitales, en una bolsa especial o en una caja y la familia no puede ver a su difunto ¿Qué sabe al respecto?

Sí. Tenemos que entender que el comportamiento del virus hace que todos los protocolos se actualicen o cambien. Así también la investigación científica. Por el momento, están prohibidos los velatorios y se permite que pueda asistir un número determinado al cementerio. Se recomienda que no asistan personas vulnerables, pero no es por el cadáver en sí, sino por mantener el distanciamiento social.

A la fecha el gobierno registra 108 fallecidos por Covid-19, ¿esto se puede catalogar como fallecimientos masivos?

Desde la perspectiva de número de cadáveres, definitivamente no es algo normal tener múltiples fallecimientos de este número. Sin embargo, desde la perspectiva de un desastre, se habla de fallecimientos masivos, cuando las capacidades de la institución encargada de responder por el manejo de esos cadáveres se desbordan. Es aquí donde se vuelve un problema importante para los gobiernos.

¿Cuál sería el problema inmediato que debe atender un gobierno cuando el sistema de gestión de cadáveres colapsa?

El colapso se presentará cuando veamos fallecimientos múltiples en diferentes zonas o lugares. Este es el comportamiento de las pandemias. No es la masividad de cuerpos, sino la distribución de estos que ponen al sistema en jaque porque no es capaz de trasladarse rápidamente a todos los lugares donde están falleciendo las personas.

Sabemos que el gobierno está haciendo todos los esfuerzos por tener una coordinación interinstitucional. Uno de los referentes que tiene el país es el Plan Nacional de Desastres que contempla la parte de manejo de morgues y es muy eficiente, eso funcionó en el desastre del Cambray y en el volcán de fuego.

El ajuste que podría tener, es una atribución del Estado que responda a la necesidad de traslado de cuerpos, que ahora no tiene el manejo de morgues. En el volcán pasó que los familiares tuvieron que trasladar los cuerpos de sus fallecidos porque no había una entidad encargada.

Tener una estrategia de comunicación será vital. Existe un temor muy grande de contagio por medio de los cuerpos, debe haber una estrategia de comunicación y sensibilización, porque hemos visto que el temor crea estigmatización hacía las familias. No poder dejarlos inhumar en un cementerio o ser atacados en el transcurso del traslado del cuerpo del hospital al cementerio, ya lo hemos visto en otros países.

¿Un fallecido por COVID19 puede transmitir la enfermedad?

Este es uno de los grandes mitos más que existen en torno a desastres. En torno a una pandemia, se debe conocer el comportamiento del agente biológico, en este caso, es un tema que la comunidad científica empieza a conocer, por el momento está clasificado internacionalmente en grado 3. Quiere decir que debe haber cierto grado de bioseguridad, en el que existen riesgos de contagio que pueden ser mínimas y que con cierto equipo puede ser evitado.

En COVID, el riesgo de contagio puede existir si tengo contacto con fluidos del cadáver. Lo que se sabe es que el virus muere muy rápidamente cuando el cuerpo deja de vivir. No son focos de infección.

La masividad de los cuerpos fallecidos, ¿representan un riesgo?

Diría que tampoco representan un riesgo. Tampoco los que fallecen en las calles, como hemos visto en otras latitudes del mundo.

En cuanto a las personas que manejan los cuerpos…, ¿qué recomendaría?

Ellos son clasificados como apoyo en manipulación de cadáveres, dependerá de la actividad que haga así será el equipo de protección que debe utilizar.

Si la persona va solo a cargar el cuerpo, dentro del ataúd hacia el carro fúnebre, solo necesitaría el equipo mínimo.

Si la persona va a vestir ese cuerpo, o lo va a manipular, la persona necesita un cuerpo de protección completo. Hay que capacitar a cualquiera que apoye a manipular los cuerpos, hablamos de personal de salud, bomberos, ejército, policía o cualquier entidad.

En Ecuador algunas personas fallecieron súbitamente dentro de sus residencias, ¿qué se puede recomendar a una familia que tenga un fallecido por COVID-19 en su casa?

Tener precauciones con los fluidos del cuerpo: sangre o saliva. No se ha visto que la contaminación pueda ser inmediata, pero estos deben ser manipulados por personas de apoyo capacitadas.

Algunas municipalidades están preparando cementerios, por falta de capacidad en los existentes. El caso de la cabecera del departamento de San Marcos, el terreno donde se planea el cementerio, tiene dentro un pozo de agua potable ¿qué recomendaría en este caso?

Hay algunas indicaciones de cómo deben construirse las tumbas, en el caso de nichos el riesgo es mucho menor, sin embargo, se tiene que tener en cuenta la planimetría del terreno para evitar contaminaciones del agua como tal, esto es independientemente de que lleguen personas que tuvieron COVID o no.

Estas construcciones requieren análisis de suelos, y la distancia de 200 metros de cualquier afluente de agua, especialmente si se va a inhumar bajo tierra.

¿Quién está a cargo de hacer la planimetría?

En este caso, la ley de cementerios a nivel municipal está a cargo de sus respectivas municipalidades. Únicamente el cementerio de la Verbena y el General están administrados por el Ministerio de Salud, aunque este debe otorgarle a la municipalidad un aval.

¿Cómo deberían distribuirse los fallecimientos de COVID-19 en los cementerios?

La municipalidad debe asegurar la trazabilidad de cuerpos, que es, tener la capacidad de localizar ese cuerpo en cualquier momento, para evitar cadáveres desaparecidos. Un cadáver desaparecido desde la connotación humanitaria conlleva a acrecentar el dolor y sufrimiento de los familiares. El ser humano para poder cerrar ciclos, hace rituales, que dependerán de su cultura y creencias, pero se logra si se tiene el cuerpo.

Desde el punto de vista científico o técnico, también es necesaria la identificación de los cuerpos, si posteriormente se necesita hacer un estudio sobre ese cuerpo.

La trazabilidad se fortalece con la planimetría, así se sabe, qué área estarán inhumados cadáveres por COVID, en qué área los xx o en qué área estarán los cadáveres identificados no reclamados. Estos deberían llevar cierta simbología o código que permita identificarlos rápidamente.

¿Cuál es el mayor reto que enfrentan las autoridades de salud, con el manejo de cadáveres en esta pandemia?

Hasta donde sé, no hay un registro de las inhumaciones por COVID-19. Es decir, información consolidada, que permita hacer análisis, reportes o estadísticas.

El reto más grande es crear un sistema digital de estos, que puede ser complejo y en una emergencia hay que hacerlo en corto plazo, pero que sea efectivo.

Desafortunadamente tampoco tenemos un standard, ni lineamientos, ni protocolos de registro, ni un software en cada localidad. Esto queda a criterio de cada municipalidad y de cada cementerio, donde hemos visto los extremos: casos en los que se registra bastante bien y otros donde el sepulturero inhuma y si bien nos va, se acuerda de dónde lo hizo; desaparece el cuerpo si desaparece el sepulturero. 

¿Qué mensaje le daría a la población en torno a los fallecidos por COVID19?

Que no hay ningún riesgo si el cuerpo va en un ataúd o en su bolsa. Es importante que se respete el derecho de las familias de inhumar a sus seres queridos y el derecho que tiene el cuerpo a ser inhumado en un lugar digno, este es el llamado a las autoridades y a la población.

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