Silvia Trujillo
Inició oficialmente la segunda parte del proceso electoral 2019, más de binomios han sido inscritos y, aunque algunos aún están a la espera de sus credenciales, la carrera ya empezó. De las veintidós postulaciones a la presidencia, dieciocho son ocupadas por hombres y cuatro por mujeres (Sandra Torres, Zury Ríos, Thelma Aldana y Thelma Cabrera), en vicepresidenciales son dieciséis hombres y seis mujeres (Claudia Valente, Yara Argueta, Betty Marroquín, Blanca Estela Colop, Liliana Hernández y Blanca Alfaro). De ellas, una sola de las candidatas a presidenta es mujer indígena y de las seis vicepresidenciales solo dos lo son. Sumados los binomios, se postulan 35 hombres y 9 mujeres, 3 de ellas indígenas. Como si todo esto no alcanzara, a la fecha solo una de las candidatas presidenciables, Sandra Torres, cuenta con las credenciales.
¿Alguna duda del significado de la subrepresentación?
En las agendas mediáticas se hizo alarde en los últimos días acerca de la mayor cantidad de mujeres en puestos de toma de decisión, sin duda en términos simbólicos es importante que estén allí, pero está a la vista que persisten las amplias brechas de desigualdad por género y por etnia en las postulaciones al Ejecutivo. Estamos muy lejos de la paridad aún y cuando el 54 por ciento del padrón electoral está conformado por mujeres según lo establecido por la Dirección de Inscripción de Ciudadanos y Elaboración del Padrón Electoral (Dicep).
La baja representatividad sin duda está estrechamente vinculada a la persistencia de estereotipos sexistas que siguen interpretando la política como un ámbito masculino, o, dicho de otra manera, como un espacio donde no es “normal” que estemos las mujeres porque nuestro espacio “natural” es la esfera privada, donde -por cierto – no se nos entrena para la toma de decisiones, sino para obedecer. En definitiva, son excusas que les siguen garantizando a los hombres sus privilegios históricos. Otro de los obstáculos que inhiben la amplia participación de mujeres en puestos de toma de decisión es la brecha económica, es decir, la imposibilidad de afrontar los costos de las candidaturas. Por último, pero no menos importante, otro ralentizador lo constituyen las diversas formas de violencia política ejercidas en contra de las que deciden incorporarse a esa esfera. Desde “sutilezas” como no escuchar sus intervenciones en reuniones del partido hasta formas claramente explícitas como atentados, amenazas y acoso sexual.
Hasta aquí solo he hecho referencia a la posibilidad de participar en igualdad de condiciones, de tener los mismos derechos políticos, una demanda que comenzó hace más de doscientos años. Una demanda, que de no resolverse sigue poniendo en tela de juicio la calidad del sistema democrático que tenemos. Estamos lejos aún de un Estado de derecho incluyente y paritario. ¿Por qué se considera que una democracia no está completa sin la participación de las mujeres en igualdad de condiciones? Sencillamente porque se siguen invisibilizando nuestras demandas y propuestas, nada más y nada menos que de la mitad de la población y, de esta manera, las decisiones que se asumen son incompletas.
¿Habrán contemplado los partidos respuestas específicas para demandas de conglomerados sociales específicos?, ¿habrán armado sus planes de gobierno pensando en nosotras como sujetas políticas, o permanecerá su ceguera histórica en este sentido? Hasta ahora, frente a la poca presencia de mujeres en sus listados las respuestas de los partidos han evidenciado su incapacidad para plantear medidas afirmativas que permitan reducir las brechas.
Es muy incipiente la campaña aún como para que podamos tener respuestas contundentes, necesitamos conocer los planes de gobierno de los partidos, no sólo sus slogans de campaña y sus narrativas ilusorias, para determinar si responden o no a los problemas que nosotras las mujeres hemos puesto en la agenda política.
Otra arista vinculada al tema de la participación política de las mujeres es la referida a la posibilidad que esas candidatas impulsen agendas de derechos específicos de las mujeres. Mi respuesta a priori es negativa, para que así fuera ellas tendrían que haber construido sus propuestas en alianza con el movimiento feminista o con el movimiento social de mujeres. Pero eso no sucedió de esa forma.
Sin lugar a duda es importante seguir hablando del tema.