
Por Carlos Guzmán
Escribiendo en Vox Populi
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No quisiera que este espacio de divagación se convierta en un mero vertedero de opinión sobre coyuntura política, pero Guatemala lo pone difícil, muy difícil. Por ejemplo, estamos en un año donde se elegirán nuevas autoridades para los tres organismos del Estado, una gracia que se repite cada veinte años por razón del diseño institucional.
Personalmente creo que no existe diseño institucional infalible y que por más mecanismos que se busque implementar para evitar los abusos siempre habrá una mentecita calculadora que encontrará un vericueto o rendija en donde colar una cuña para impulsar o ahogar ya sea un candidato, causa o movimiento. Y si lo analizamos fríamente (desde mi cabecita de abogado) es un reto fascinante encontrar los pasadizos o espacios entre la letra muerta de la norma y las prácticas políticas, pero el problema puntual no es ese, sino el uso de la institucionalidad para frenar o ahogar un proyecto político.
Esta jugada está siendo muy utilizada actualmente en el continente americano, por ejemplo, en Brasil con un Lula apeado del camino electoral por la vía judicial se allanó el camino para Bolsonaro y su discurso de odio. Asimismo, en Argentina se libran diversas causas judiciales contra Cristina Fernández de Kirchner, mujer fuerte del justicialismo y que para el macrismo representa la principal rival a vencer en las elecciones de octubre próximo. Y es precisamente el caso de CFK el que se asemeja con la situación guatemalteca, pues actualmente CFK y Thelma Aldana se encuentran fuera de sus países mientras sendos procesos judiciales amenazan con privarlas de la libertad en el sentido estricto y por lo tanto de participar activamente en sus respectivos procesos electorales. Esto último, tiene como agregado que ambas mujeres son esas figuras políticas que actualmente causan escozor a los sectores conservadores y que tradicionalmente han detentado el poder.
Tampoco quiero sonar como apologista o como entusiasta de la exfiscal general, pues considero que en determinadas ligas no existe tal cosa como un político impoluto, pero es evidente que se aceitó debidamente a la maquinaria del Estado para frenar su participación en el proceso electoral de junio próximo y es precisamente ese el problema. Los órganos de control que forman parte del diseño institucional guatemalteco fueron integrados para evitar abusos y garantizar las condiciones democráticas más elementales para guatemaltecos y guatemaltecas y en este caso se están usando precisamente para frenar una candidatura que puede representar una bocanada de aire fresco en un muy jodido escenario político, donde los poderes tradicionales se ha reacomodado para garantizarse otros cuatro años de clientelismo e impunidad.
La candidatura de Aldana cada vez se ve más cuesta arriba, tanto por lo legal, como por los días que puede dormirse el proceso en Corte Suprema de Justicia, situación que la deja sin la posibilidad de hacer campaña. Finalmente, estamos en otro de esos escenarios que tanto nos han entretenido a los que nos gusta la divagación leguleya y politiquera en donde lo judicial toma un rol central, puesto que la (Celestial) Corte de Constitucionalidad nuevamente deberá decidir un tema espinoso y que levanta pasiones en las burbujas urbanas de Guatemala así que toca esperar los fallos de las cortes.