
Por Bárbara Escobar
Bióloga feminista, promotora de la ciencia y las causas justas. Transformar el mundo (aunque sea un poco) y la convicción de que podemos construir una mejor sociedad es lo que mueve mi vida.
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Desde hace años es común que ante las crisis universitarias –y nacionales—aparezcan personajes haciendo preguntas y comentarios cómo «¿y dónde están los estudiantes?», «los sancarlistas de antes ya estarían en las calles», entre otros. Esta ocasión no ha sido la excepción.
La crisis derivada del fraude en la elección a rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala empezó algo similar: con gente cuestionando estudiantes y el porqué hacían o no hacían ciertas acciones ante lo que estaba pasando. Estos comentarios cada vez son menos y tal vez sea porque, a más de 100 días de resistencia, las y los estudiantes han demostrado su gran capacidad de organización, dignidad y defensa de la autonomía de la única universidad pública de Guatemala.
A pesar de esto, la mayoría de personas creen que esta es una lucha que corresponde a estudiantes y quizá sea porque históricamente este ha sido un sector crítico, de resistencia y digna rebeldía. Sin embargo, esto no debería ser así. Yo más bien ahora quisiera darle vuelta a esa pregunta recurrente y cuestionar, ¿y dónde están las y los profesionales?.
¿Cuántas personas contamos con una profesión gracias a la USAC? Yo soy una de muchas personas que, si no fuera por la educación superior pública, no lo habría logrado. Es más, la educación superior pública me permitió optar a posgrados y actualmente estoy desarrollando mi vida laboral y académica en algo que me apasiona. Podría decir que hace años que no tengo relación directa con la USAC, pero al graduarme juré defender su autonomía y, más allá de hacerlo por simple compromiso, llevo en el corazón la motivación de que todos los aprendizajes que la universidad me dio dentro y fuera de las aulas, puedan tenerlos más personas.
Sé que muchas veces las responsabilidades de la vida cotidiana nos limitan la energía y el tiempo de sumarnos a luchas tan intensas como la que se está llevando por el rescate de la USAC –y si a eso sumamos todas las demás luchas que se necesitan en el país, más difícil aún–. Sin embargo, pienso que no debemos olvidar que perder la única universidad pública del país es una pérdida para todas y todos los guatemaltecos.
Debe importarnos a todas las personas que seguimos teniendo la esperanza y trabajamos porque algún día este país puede mejorar, pero sobre todo a quienes la USAC les ha permitido laborar en la academia (docentes) y al resto de profesionales que nos desarrollamos laboralmente en otros espacios gracias a la educación superior pública.
Esta lucha es de todas y todos. Podemos sumarnos presencialmente para acuerpar la resistencia en distintas instalaciones de la USAC en la ciudad y otras partes el país; podemos hacer donaciones económicas o de insumos (alimentos, medicina, colchones o lo que requieran en los distintos sitios); podemos seguir compartiendo la información, discutiendo el tema y concientizando a más personas sobre la importancia que la USAC tiene para el país. Todos y todas podemos –y debemos- hacer algo en esta lucha. Ya es hora de que dejemos de cuestionar y esperar que el sector estudiantil haga todo y que empecemos a preguntarnos ¿qué estamos haciendo como profesionales por la autonomía que juramos defender el día que nos graduamos?