
Por Jeanny Chapeta
Escritora y columnista. Divagadora profesional. Gestora de fantasías.
redaccion@voxpopuliguate.com
Hace unos días vi unas fotos de gente en la feria que de tan atestada no se movía para adelante ni para atrás. Una calle en Nueva York, digamos, pero pateando palos con troncos de elote y bolsas que en algún momento tuvieron algo de comer
Ese mismo día vi en los recuerdos que pone Google Fotos algunas que tomé hace tres años, cuando fuimos con una amiga a esa misma feria solo que en esa ocasión estaba desierta. Probamos uno de los frescos más horribles de la historia y estuvimos dando vueltas viendo los juegos que consisten en jalar un lazo que va a sacar el peluche menos afelpado que tenga mi casa.
Eso me hizo pensar que, luego del largo encierro, aunque la gente en general no daba un centavo ni un minuto de su vida por la feria, la necesidad de gentes, de volver a los recuerdos o darse una vueltita porque por fin hay algo que hacer en esta ciudad volcó a innumerables feriantes a hacer tráfico humano con tal de ver aunque sea alguito.
Claro que la feria tiene sus virtudes. Aunque no me subiría nuevamente a una rueda de Chicago porque la vergüenza de desmayarme encima de ella no la paso dos veces en mi vida, sí que me dan ganas de meterme a un carrito chocón y que me saquen porque casi desnuco a un muchachito que no sabía de mis ganas de atropellar a otras personas sin sufrir consecuencias. Los churros me parecen fantásticos, aunque indefectiblemente, si me llevo un vaso a casa, se ponen tan tiesos que no hay menjurje que los haga comestibles.
Con los tacos siento desconfianza desde que vi los mataderos con cabeza de perro que pasaron en las noticias hace algunos años, pero bueno, si me dan unas garnachas con el mismo material, por supuesto que me lo como. Es lindo también ver a un montón de nenes con sus bastones de burbujitas y los teléfonos chinos que nunca salieron de nuestro mercado por alguna razón que no alcanzo a comprender.
No lo puedo evitar. Me gusta la feria y que, contra todo pronóstico, mantengamos la sana tradición de irnos a apachurrar contra otra gente a jugar lotería por horas y regresar con un flamante baño para la ropa o un set de vasos forrados con precioso celofán rojo para mi platera.
Qué bueno que hay feria y que hay vida pa’ vivirla, aunque este hacinamiento de no tener nada por hacer en una ciudad cada vez más llena va a acabar con nosotros.